Inolvidable amigo, a 9 años de tu partida, tus familiares, amistades y el mundo del periodismo sigue llorando tu muerte, y todos los que te hemos conocido resaltamos la catadura moral de tu periodismo, valiente, crítico y trasparente, en cuyas redacciones denotabas tu humildad valorando ser un buen demócrata a carta cabal.
Fuiste el maestro de la prensa escrita y de periodistas que abrazan esta hermosa profesión. Te preocupabas por tus lectores cumpliendo con la tarea de informarnos y coadyuvar con el desarrollo del país. Así posicionaste al diario “Satélite” como el principal medio de comunicación escrita de nuestra región a través de tres pilares imprescindibles: la honestidad, la confianza y la credibilidad, razón por la cual este Vespertino mantiene su vigencia en lo más alto de hacer periodismo.
Eternamente coexististe con la rigurosidad de tu profesión, porque nunca aspiraste a otros galardones más de los que nos proporcionabas a los lectores, para ello luchaste contra todos estos defectos en la que nosotros sí incurrimos.
Dedicaste tu vida a esta generosa profesión con la convicción de que eras director no para vislumbrar, sino para contar la realidad viviente y para hacer que otros también la contaran bien. Procurabas la sombra, y desde allí proyectaste a destacados periodistas con mucho renombre y humildad Entonces ¿porque olvidarte? ¡Maestro de la redacción!
Siempre tuviste el respeto de los viejos periodistas y de los jóvenes te ganaste la admiración. Nunca buscaste ninguna de ellas, lo obtenías porque tu naturaleza desprendía una clase especial de caballerosidad. Eras amable, y radicalmente humilde. Escribiste como los grandes periodistas casi medio siglo de tu generación cuidando que la redacción de Satélite tuviera una galera en virtudes, las noticias, las diatribas o las inolvidables ocurrencias.
Nunca hiciste ruido, pero tenías perenemente entre sus armas un código ético invencible: la búsqueda de la verdad. Siempre me sentí identificado con tu gran proyecto de hacer periodismo respetando la libertad de expresión como mecanismo regulador de un Estado de Derecho. Víctor Hugo, Dios te tiene en su gloria.