La principal demanda que se escucha hoy, incluso más que acelerar el adelanto de elecciones o que una nueva Constitución, es la renuncia de Dina Boluarte.
Lejos de calmarse, la situación de convulsión en diferentes puntos del país muestra una evidente tendencia al crecimiento. Mientras que a inicios de semana se registraban 46 puntos de carretera bloqueados, al momento en que escribo estas líneas se registran 121, y el número de regiones involucradas sigue en aumento. Esto para no mencionar el trágico e inaceptable saldo de casi medio centenar de muertes que enluta al país.
La pregunta que muchos se hacen es hasta qué punto puede aguantar el equilibrio actual, y la respuesta es incierta. Dado el centralismo que caracteriza a nuestro país, un elemento clave será la participación de Lima en las movilizaciones. Como han demostrado coyunturas políticas anteriores, las manifestaciones masivas en la capital sí tienen el poder de tumbarse gobiernos. Pero, hasta hoy, la anunciada “toma de Lima” no pasó a mayores y las movilizaciones capitalinas parecen aún incipientes. No obstante, este es un escenario que podría cambiar rápidamente si las muertes no cesan.
¿Cuál podría ser una válvula de escape ante esta situación? La principal demanda que se escucha hoy, incluso más que acelerar el adelanto de elecciones o que una nueva Constitución, es la renuncia de Dina Boluarte. Lo cierto, no obstante, es que este camino terminaría conduciendo a un escenario peor. Una presidencia de José Williams sería aún menos aceptable para los sectores que hoy encabezan las protestas. De hecho, cualquier representante del Legislativo, incluso el más popular, encontraría un mayor rechazo que Boluarte.
Así las cosas, parece ser que el único camino que permitiría dar cierre –cuando menos temporal– a este escenario de convulsión es el adelanto de elecciones a la fecha más próxima posible. Proponer los comicios para diciembre de este año, aun cuando esto solo representaría un adelanto de cuatro meses, tendría un valor simbólico muy importante. ¿Serán los congresistas capaces de este acto de desprendimiento?
Análisis aparte amerita el escenario que enfrentaremos en esa elección, ya sea que esta se produzca en abril de 2024 o antes. En cualquier caso, los prospectos no son auspiciosos. Los partidos políticos habilitados -salvo dos o tres más que podrían alcanzar inscripción- serán básicamente los mismos. El centro sigue huérfano y la polarización sigue siendo la norma. Y, en adición a ello, las normas para elegir a las próximas autoridades serán básicamente las mismas. ¿Qué nos garantiza que el resultado de esta elección satisfaga a más peruanos y produzca finalmente un periodo prolongado de estabilidad? Absolutamente nada.
Al margen de lo que finalmente suceda respecto del próximo proceso electoral, es urgente que la administración de Dina Boluarte eleve sus capacidades para lidiar con la circunstancia actual. El escandaloso número de fallecidos no es otra cosa que una indignante muestra de incapacidad para controlar de manera pacífica la situación. Es evidente que el trabajo de inteligencia y estrategia a nivel policial y militar no está a la altura de las circunstancias (no es de sorprender luego de que la administración Castillo desmantelara estos equipos). A ello se suma la precariedad política de la propia Boluarte, cuya alocución del viernes sonó dispersa, sin mensaje ni objetivo claros. Y, aunque el premier Otárola transmite más determinación y claridad, tiene un grado de insensibilidad que solo puede enervar a los que hoy se movilizan.
La circunstancia, como es evidente, es de pronóstico reservado.
Por: Juaquín Rey
Foto: Diego Ramos | AFP
Fuente: Perú 21